viernes, 31 de diciembre de 2010

NOTA 7. Los efectos de la influencia de Satanás

NOTA 7.   Los efectos de la influencia de Satanás (véase Capítulo 11, nota al pie 14)

La exégesis que aquí se ofrece de Juan 8:44 no se basa en la gramática del artículo griego. Los revisores han adoptado un compromiso insatisfactorio entre exposición y traducción. «Hablar una mentira» es una construcción que no es inglesa (ni castellana –N. del T.). En nuestra lengua, la expresión apropiada sería la de «decir una mentira». Pero nadie traduciría de esta manera las palabras griegas λαλεῖν τ ψεῦδοϛ; y  al  insertar  en  el  margen la antigua y descartada glosa, los revisores solamente revelan la falta de satisfacción que sienten acerca de su propia versión. Las palabras tienen que referirse o bien a una mentira determinada, o bien, en un sentido abstracto, a aquello que es falso (ver Sal. 5:6 LXX). En esta perspectiva del pasaje, toda habla sería considerada como repartida entre la verdad y la mentira —habla de Dios y habla del diablo. Pero esto es algo imaginativo aquí y, a la vista de las palabras que siguen, más bien forzado. Y si, como me aventuro a proponer, lo que aquí tenemos a la vista no es lo falso en abstracto, sino un caso concreto de ello, ya no hay más cuestión de gramática. Y traducido de este modo, queda clara la relación entre Satanás el mentiroso y Satanás el homicida. El no es el instigador de todos los homicidios, sino del homicidio que está ahí y entonces en cuestión: el asesinato de Cristo; él no es el padre de mentiras, sino el padre de la mentira de la cual «el homicidio» es la consecuencia natural.
En Romanos 1:25, donde ambas palabras («verdad» y «mentira») tienen el artículo, supongo que ambas son utilizadas en el sentido abstracto. En Apocalipsis 21:27 y 22:15 la palabra «mentira» carece del artículo. Pero en 2 Tesalonicenses 2:11 es de nuevo la mentira de Juan 8:44. El inicuo que ha de ser todavía revelado queda descrito como aquel «cuya venida es mediante la operación de Satanás con todo poder y señales y milagros mentirosos». Dios no incita a los hombres a decir mentiras ni a creer mentiras. Pero de aquellos que rechazan «la verdad» está escrito: «Él les enviará un poder engañoso para que crean en la mentira». Debido a que han rechazado al Cristo de Dios, una ceguera judicial caerá sobre ellos con lo que aceptarán al cristo de la humanidad, que será Satanás encarnado.
En estas páginas me he mantenido apartado de la profecía, porque se dirigen en parte a aquellos que no creen en la profecía. Pero si el estudioso de la profecía se libera del mito acerca de Satanás, encontrará que la predicción divina del futuro se aclarará con una luz radiante. Terribles guerras han de convulsionar todavía a las naciones, y surgirán hambres como consecuencia. Pero el Hombre venidero traerá paz al mundo. Se atraerá el homenaje universal no solamente a causa de sus poderes milagrosos satánicos, sino debido a sus espléndidas cualidades humanas. Los adherentes a «la verdad» serán los únicos de toda la raza humana que tendrán razones para lamentar su soberanía. Su reinado será una era del «milenio» humano, un tiempo de orden y de prosperidad sin precedentes, en el que florecerán las artes de la paz y se cumplirán las utopías de los filósofos y de los socialistas. Y que el culto satánico que entonces prevalecerá sobre la tierra estará marcado por una elevada moralidad y una especiosa «forma de piedad» queda indicado en el hecho de que las Escrituras advierten que, si no fuera por la gracia de Dios, «engañaría a los mismos elegidos». Y me aventuro a pensar que esto ya se está prefigurando claramente en los sucesos actuales. Los cristianos se están tomando livianamente los ataques escépticos contra las Escrituras. Pero la verdadera cuestión implicada en estos ataques es la deidad de Cristo; y me aventuro a predecir que aquellos de nosotros que vivan otro cuarto de siglo serán testigos de un gran abandono de esta gran verdad por muchas de las iglesias. El declive de la fe durante los últimos veinticinco años ha sido pasmoso, y ya nos hallamos dentro de una distancia mensurable de una aceptación más general del culto satánico: de una religión marcada por una elevada moralidad y por una ferviente filantropía, pero totalmente carente de todo aquello es distintivamente cristiano. «Libres de dogma» es la expresión favorita: y esta «libertad» significa abandonar las grandes verdades del cristianismo.

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Historia:
Fecha de primera publicación en inglés: 1897
Traducción del inglés: Santiago Escuain
Primera traducción publicada por Editorial Portavoz en castellano en 1983
OCR 2010 por Andreu Escuain
Nueva traducción © 2010 cotejando la antigua traducción y con constante referencia al original inglés, Santiago Escuain
Quedan reservados todos los derechos. Se permite su difusión para usos no comerciales condicionado a que se mantenga la integridad de la obra, sin cambios ni enmiendas de ninguna clase.

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