viernes, 31 de diciembre de 2010

APÉNDICES -

NOTA 1. Los presuntos milagros

NOTA 1.   Los presuntos milagros (véase Capítulo 2, nota al pie 2)

En estas páginas estoy tratando solamente de los milagros en el sentido teológico; esto es, de los milagros divinos. Los fenómenos del espiritismo no los he investigado personalmente, pero si son genuinos son evidentemente milagrosos, y rechazar, a priori, la masa de pruebas aducidas en su favor en libros como el del profesor A. R. Wallace, Miracles and Modern Spiritualism (Los Milagros y el Moderno Espiritismo), me parece que es una indicación a la insensatez de la incredulidad. Dando por supuesta su autenticidad, ningún cristiano tiene por qué dudar en considerarlos como intervenciones demoníacas. Atribuirlos a espíritus que han partido de este mundo es tan antifilosófico como antibíblico. Parece que durante esta dispensación cristiana, en la que la tercera Persona de la Trinidad habita en la tierra, los demonios se hallan sujetos a unas restricciones que no habían sido impuestas en la edad anterior, pero no hay razón alguna para rehusar creer en su presencia o en su poder.
Los milagros religiosos también merecen aquí una atención pasajera. No me refiero a los trucos de los sacerdotes, sino a casos de curaciones extraordinarias de serias enfermedades; y al menos algunas de estas parecen estar apoyadas por una prueba suficiente para establecer su veracidad. Es probable que el fenómeno de la histeria y de enfermedades miméticas explique la mayor parte de los casos de este tipo. También se podrían explicar otras como ejemplos del poder de la mente y de la voluntad sobre el cuerpo. Las enfermedades necesariamente mortales son relativamente poco numerosas. Pero cuando el paciente abandona la esperanza, sus posibilidades de recuperación quedan muy reducidas. en cambio, el progreso de una enfermedad puede quedar controlado e incluso detenido por alguna influencia o emoción dominante que devuelve los pensamientos del paciente de nuevo a la vida, y que le llevan a creer que está convaleciente. Pero aunque la inmensa mayoría de las curaciones aparentemente milagrosas se pueden explicar así mediante principios naturales, puede que haya algunas que sean milagros genuinos. No hay límites a las posibilidades de la fe, y es posible que Dios se declare así en ocasiones.
No hay nada en esta admisión que choque con la afirmación final de mi segundo capítulo, en el sentido de que en nuestra dispensación, a diferencia de las que la precedieron, no hay sucesos públicos que impongan creer en Dios. En aquel capítulo no me refiero al mero hecho de los milagros, sino a su valor como evidencias; y si ha habido milagros en la Cristiandad, este elemento está ausente en los mismos. Puedo añadir que entre los cristianos es un gran mal convertir la experiencia excepcional de algunos la regla de fe para todos. La Palabra de Dios es nuestra guía, y no la experiencia de hermanos cristianos; y cuando se ignora esta verdad, las consecuencias prácticas son desastrosas. Los anales de las «curaciones de fe», como se las llama, abundan en casos de enfermedades miméticas o de histeria, pero guardan silencio acerca de los naufragios espirituales debidos a sus innumerables fracasos.

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Historia:
Fecha de primera publicación en inglés: 1897
Traducción del inglés: Santiago Escuain
Primera traducción publicada por Editorial Portavoz en castellano en 1983
OCR 2010 por Andreu Escuain
Nueva traducción © 2010 cotejando la antigua traducción y con constante referencia al original inglés, Santiago Escuain
Quedan reservados todos los derechos. Se permite su difusión para usos no comerciales condicionado a que se mantenga la integridad de la obra, sin cambios ni enmiendas de ninguna clase.

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